Transoxiana Journal

Transoxiana 10 - Julio 2005
Índice

Construcción y deconstrucción nacional en Medio Oriente: el caso de Irak*

Mag. Norberto R. Méndez**

Si bien el conflicto entre EE. UU. e Irak aparece como una clásica confrontación estatal de las prototípicas de las relaciones internacionales (estado A invade/ataca estado B) las características que ha tomado el conflicto, el marco en que lo ha inscripto EE. UU y los propios acontecimientos que se desarrollan, desnudan características intraestatales de uno de ellos que lo han llevado a un proceso de desintegración y etnicización que merece nuestra especial atención.

Por otro lado, el conflicto sirve para mostrar a la luz el proceso de construcción y de-construcción de una nación-estado del Medio Oriente donde la etnicidad y la religión strictu sensu han tenido un rol principal y cómo ambos se han formulado y reformulado a lo largo de su existencia, llegando a una suerte de colofón obligado por la invasión de un Otro que replantea toda su configuración o directa extinción.

Vamos a rastrear cómo se fue dando históricamente el proceso de construcción nacional iraquí y las situaciones contemporáneas que brinda el nuevo contexto de guerra a través del prisma de la etnicidad y la religión en el escenario general de la globalización contemporánea.

IRAK: EL PLANTEO SOBRE SU EXISTENCIA O DESTRUCCION.

Se discute mucho sobre el futuro de Irak y también se discutió mucho antes de iniciar la guerra preventiva que desencadenó EE. UU. contra este país del Medio Oriente.

Pero los ocupantes norteamericanos sólo ven a Irak como un conglomerado de grupos religiosos enfrentados entre sí y propulsores del terrorismo islámico que EE. UU. ha erigido en el eje organizador de su política exterior.

Hay en este discurso una evidente utilización de lo religioso y lo étnico de acuerdo a los marcos en que se ve a la propia sociedad norteamericana, no solamente una utilización interesada de la realidad iraquí. Se ve lo que se conoce.

La heterogénea sociedad norteamericana con sus denominaciones mixtas como, mexicano-norteamericanos, nativo-americanos, afro-americanos y así sucesivamente, revela, al decir de Rita Segato, que el multiculturalismo exhibe una diversidad que más que convivir entre sí esconde mediante ese ropaje cultural, esa etnicización deliberada, las divisiones sociales y de género que corroen la sociedad norteamericana. [Seg97, p. 12]

A esto debe agregarse la nueva impronta que le da la ideología conservadora y fundamentalista que domina a la administración Bush.

Este modelo pretende imponerse a Irak pero sin la pátina del correcto multiculturalismo.

Ya los "think tanks" (grupos intelectuales de asesoramiento político) que asesoraban al candidato Bush (el más conocido de ellos, el Proyecto Para el Nuevo Siglo Norteamericano. PNAC, integrado entre otros por el actual vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el subsecretario Paul Wolfowitz, el secretario del ex-presidente Reagan para Asuntos Inter-Americanos Elliott Abrams, Francis Fukuyama, autor del "Fin de la Historia", Richard Perle, ex-miembro de la Junta de Política de Defensa, y muchos otros, habían planteado diferentes soluciones para lo que consideraban "el problema de Irak", no solamente acerca del tratamiento de un país que veían como una amenaza para la seguridad de EE. UU. y la paz mundial sino que se discutía sobre la propia existencia y/o supervivencia del estado iraquí. [PNAC98]

El mismo concepto de cambio de régimen no implicaba solamente sustituir la dictadura de Saddam Hussein por un gobierno de régimen democrático sino que también cuestionaba la misma constitución territorial y existencia de un estado iraquí.

Durante la guerra del Golfo de 1990-1991 estos sectores ideológicos norteamericanos ya habían opuesto a los reclamos iraquíes sobre Kuwait el argumento de que el mismo Irak era un estado artificial, imposible, armado por Gran Bretaña como un Mandato de la entonces Liga de las Naciones pero con diferentes regiones que poco tenían que ver entre sí y que no respondían a ninguna tradición histórica anterior. Se pretendía fundamentar que en su formación simplemente se habían tomado las anteriores divisiones administrativas del Imperio Otomano, centradas en algunas ciudades importantes de esa región pero que no respondían a consideraciones étnicas, religiosas ni históricas específicas. Había razonabilidad en gran parte de estas afirmaciones, tanta como las razones por las cuales el estado de Maine pertenece a EE. UU y no al Canada.

Se explicaba que Irak como tal no había existido dentro de la jurisdicción otomana y que los británicos simplemente unieron los distritos ex-otomanos de Basora (Basra en la denominación anglosajona) en el sur, más Bagdad en el centro, al cual se les había unido el distrito norteño de Mosul(aunque con la protesta de la propia Turquía remanente, que reclamaba éste último, y también luego de vencer la propia protesta de Francia que lo consideraba dentro del área otorgada por esa misma Sociedad de las Naciones a su mandato sobre Siria, ya que el comercio de la zona norteña de Aleppo en Siria usualmente se había vinculado a Mosul) para configurar el Mandato sobre Irak , todo ello consecuencia de la rivalidad anglo-francesa sobre el dominio del Medio Oriente. [Trip00, p. 8]

Además, siempre habían resaltado que las diferencias religiosas y la variedad étnica sembraban dudas sobre la mera factibilidad de un estado nación moderno. Cierto era que el clivaje religioso entre shiítas y sunnitas dividía a la población casi por mitades, que el gobierno y la burocracia habían estado durante mucho tiempo en manos sunníes y que los shiítas se hallaban sub-representados en las posiciones gubernamentales.

Es una parte de la historia. La historia construída y contada por la intelligentsia y ciertos políticos europeos y norteamericanos.

LA CONSTRUCCION ARABE DE UNA IDENTIDAD IRAQUI

Sobre ese trasfondo, el nacionalismo árabe, (instrumentado desde principios del siglo XX por la misma Gran Bretaña para lograr la definitiva eliminación del Imperio Otomano y bloquear de este modo la amenaza del expansionismo alemán que sostenía a la Sublime Puerta) construyó otro Irak.

Religión y etnicidad estuvieron entremezcladas desde el propio inicio de la prédica del profeta Muhammad: los árabes fueron elegidos como portadores de la nueva fe y su rico idioma el instrumento sagrado del Corán.

El propio nacionalismo árabe va a re-interpretar al Islam primitivo como la suprema expresión del genio árabe. Muchos intelectuales árabes, importantes precursores tanto del reformismo islámico como del nacionalismo étnico secular, (Rashid Rida, Sati al-Husri, Amin al-Rihani, Michel Aflaq), tomaron bases étnicas y religiosas que armonizaban ideales universales con el sentido de solidaridad comunitaria distintiva. [aR36, En: RBr, 76, p. 469]

En la terminología árabe hay que tener en cuenta tres dimensiones en lo que atañe a nacion y nacionalismo. El nacionalismo árabe del tipo panarabismo utiliza la palabra qaumi (nacional) y luego cada parte o país de la nación árabe tendrá su expresión local (qutri), más ligada a watan (patria) pero sin soslayar la palabra umma, que si bien se aplica a toda la comunidad islámica también es usada como sinónimo de nación, por eso al-umma al'arabiyya, la nación árabe. [Hal00, p. 46]

Por ello, aún los más recalcitrantes islamistas no están lejos de la verdad cuando expresan que para las masas musulmanas a veces es difícil diferenciar nacionalismo de comunidad islámica.

Pero el nacionalismo iraquí pretendió desde sus comienzos ir más allá de la conquista islámica: la Mesopotamia había sido realmente la cuna de la civilización y no era tan delirante la reconstrucción de los jardines de Babilonia emprendida por Saddam Hussein, ni tampoco que dos de sus más fieles hijos tuvieron nombres pre-islámicos(el más joven dio su vida enfrentándose a las tropas norteamericanas). Todos los nacionalismos se remontan hasta la época más inmemorial que recuerdan e Irak se encuentra en una de las regiones que más credenciales tiene para hacerlo. Sobre todo, si uno es laico como Saddam Hussein y no cree que la historia de la nación sólo comienza con la llegada del Islam, como sostienen los islamistas y los mismos panarabistas muchas veces, pues estos últimos reconocen al Islam un rol importante pero no la síntesis de su programa e ideología como es el caso de los islamistas (mal llamados fundamentalistas).

Al final de cuentas, la palabra Irak, etimológicamente proviene de la región sumeria de Uruk (ó Warka), unos 3400 años antes de la era cristiana y en la propia Biblia es mencionado como Erech. [Gén10, P. 10). De allí los árabes la transformarían en Araqa ó Uruqa. El término al-Iraq fue usado de antiguo por los geógrafos árabes para referirse a las llanuras de los ríos Tigris y Eufrates.

El establecimiento del califato Abásida en el siglo VII de nuestra era significará la centralidad de la zona de Irak, al establecer una nueva capital en Bagdad y constituirse rápidamente en el centro de la educación y la cultura de todo el mundo. También significó la Edad de Oro de la civilización islámica: mientras Europa entraba en el oscurantismo medieval, Bagdad albergaba a los estudiosos de Aristóteles, Platón, Euclides y Pitágoras. Así sucedió y por supuesto, es cartabón de orgullo en toda propaganda del nacionalismo árabe.

El dominio mongol en el siglo XIII relegará la importancia de la zona pero a la larga el Islam terminará imponiéndose con la conversión de gran parte de esos bárbaros, como eran vistos por los musulmanes. Al llegar los Otomanos (turcos osmanlíes) al poder, la línea del poder islámico se reconstituirá y la zona de Irak ocupará el lugar de la frontera oriental y las disputas entre árabes y persas.

Las reformas otomanas de mitad del siglo XIX, acicateadas por la progresiva incorporación de las tierras musulmanas como periferia del mercado capitalista mundial hegemonizado por Gran Bretaña, generarán toda una clase de funcionarios árabes que reaccionarán frente a la turquificación impuesta por los Jóvenes Turcos, dando origen a un nacionalismo árabe que buscaba crear la conciencia que superara el tribalismo, conveniente tanto para los turcos como para el avasallante comercio inglés. Es en este período cuando se ahondan las diferencias étnicas que el dominio otomano había "tapado" con la unidad de una comunidad religiosa islámica. Los choques entre los intereses de las tribus nómades y los comerciantes urbanos, muchas veces hacían coincidir diferencias sociales y etno-religiosas, lo que profundizaba la histórica divisoria Shía-Sunna, y las diferencias étnicas entre árabes y kurdos.

No obstante, no puede soslayarse que, el nacionalismo, construcción ideológica-política creada en Europa de la mano del crecimiento del capitalismo industrial, tuvo un gran impulso en el siglo XIX, que también fue la era de Gran Bretaña, la era del Imperio, al decir de Hobsbawm [Hobs87, p. 114] y que el nacionalismo serviría eficazmente en todo lugar que beneficiara la conquista de mercados.

El caso de nuestra América Latina sirve muy bien para comparar con lo que ocurrió en Medio Oriente. Ya sabemos que nuestras independencias de 1810 fueron posibles por el apoyo del comercio inglés y saludadas por las flotas británicas.

Esa intelligentsia que se había configurado al calor de las reformas modernizantes otomanas y que había simpatizado al principio con los Jóvenes turcos que prometían participación en la modernización, va a dar origen a sociedades secretas nacionalistas entre los árabes educados de los sectores medios y altos y buscará la alianza con Gran Bretaña para lograr sus objetivos. Un libreto que los latinoamericanos ya habíamos escrito un siglo antes.

Pero el nacionalismo llega al Medio Oriente tardíamente, y en un contexto socio-económico que apenas se expresaba en los sectores del comercio que se beneficiaban con el intercambio inglés y pequeños sectores agricultores que se habían "modernizado" con la sustitución de cultivos, favoreciendo las especies requeridas por las metrópolis europeas. Pero el plantel principal de esa intelligentsia fundamental para la divulgación de los valores nativos se formará principalmente con el funcionariado que hará su práctica burocrática en la administración otomana.

Antes de la Gran Guerra de 1914 los oficiales de origen árabe del ejército otomano ya formaban una sociedad secreta llamada al-Ahad (la alianza), la cual establecería una rama en Bagdad y en 1912 la elite intelectual árabe crearía en esa ciudad un Club Científico Nacional, marcando con esta última palabra el caracter árabe y no otomano de dicha asociación.

Pero la presencia de lo religioso entremezclado con lo étnico se notará en la misma épica de la guerra por la independencia árabe, muy ligada a la impronta religiosa porque será la familia beduina de los Hashemitas, a cargo del cuidado de los Lugares Santos de La Mecca y Medina, quienes iniciarán, en alianza con los ingleses, la expulsión de los otomanos y la afirmación de la particularidad árabe, con la intención de crear a la finalización de la Iº Guerra Mundial, un gran reino árabe que restaurara la gloria de quienes habían originado la propagación de la fe musulmana.

IRAK COMO CENTRO DEL ESCENARIO ARABE

Las aspiraciones de los Hashemitas eran hacer de la Siria histórica el gran reino que comprendiera a todos los árabes, y su capital Damasco, el foco de restauración de la época del Califato. Pero los arreglos de las grandes potencias, determinarán la partición de ese soñado reino en divisiones administrativas que respondían a las ambiciones de Gran Bretaña y Francia, principales triunfadoras de la guerra.

No obstante, la población árabe tenía clara conciencia de su arabidad y por supuesto de la importancia histórica de Bagdad y su hinterland desde la época en que éste había constituído la base del extenso califato Abbásida.

Desde luego, también era bien conocido por locales y extranjeros la historia relevante de la región mesopotámica, asiento de culturas milenarias, origen de grandes conglomerados de regadío, organizados en grandes imperios que le habían otorgado su bien ganada fama de ser una de las cunas de la civilización humana.

Pero los intereses de Gran Bretaña y Francia estaban centrados en el desguace del derrotado Imperio Otomano y los principios de autodeterminación lanzados por el presidente norteamericano Wilson no se tendrían en cuenta en Medio Oriente.

Británicos y franceses conocían que la nueva entidad era riquísima en recursos naturales y energéticos. Abundante agua, cuantiosas reservas petrolíferas, lo hacían uno de los países más ricos y con mayores posibilidades futuras en el Medio Oriente.

Lo que también interesó a las potencias coloniales era el clivaje étnico-religioso que contenía el nuevo país delineado: población mayoritariamente árabe, dividida casi en mitades en las denominaciones shiíta y sunnita de la religión musulmana, con importantes minorías kurdas (que conformaban el segundo grupo étnico del país) y grupos menores de persas, turcomanos, judíos, armenios, circasianos, etc.

Y como era y es común en toda política imperial responder al principio de divide et impera los británicos se ocuparon de resaltar especialmente esos clivajes etno-religiosos. Cabe recordar que para los otomanos sólo contaba la identidad religiosa, por lo cual para ellos lo que se llamaría Irak era una población fundamentalmente musulmana de etnía árabe con minorías kurdas (también musulmanas), pero todos eran llamados simplemente musulmanes, como se hacía en todo el imperio con los turcos, albaneses, bosnios, kurdos o árabes.

Los ingleses también sabían que en Irak se encontraban los centros más sagrados del shiísmo duodecimano. Karbala, donde había muerto martirizado Hussein, el hijo de Alí, nieto del profeta Muhammad y Najaf, donde muriera el mismo Alí, sobrino y yerno del profeta, creador y líder de la rama shiíta del Islam.

También conocían que los saudíes (fanáticos wahabitas) habían saqueado a la propia Karbala, incitando al odio entre shiítas y sunnitas en toda la región. Conocían, desde luego, que la dinastía Saud había desplazado a la dinastía Hashemita (que gobernó Irak entre 1920 y 1958) de su caracter de Guardianes de los Lugares Santos de Mecca y Medina cuando construyeron su estado wahabita, en la Arabia que llamarían saudita y que la caída del Imperio Otomano dejaría vacante al Califato, destruyendo la institución que resultaba tan cara a la unidad musulmana.

Una vez constituído el estado iraquí se trataron de limar las diferencias tratando de volcar las lealtades a la corona Hashemita (de confesión sunnita) como portaestandarte de la unidad iraquí. Esa construcción nacional no ignoraba las diferencias shía-sunna ni siquiera la disidencia mayor con los kurdos, población no-árabe que el tiralíneas imperial había dejado repartida entre los estados de Irak, Irán, Turquía, Siria y Armenia, pueblo de mayoría sunita pero con grupos menores shiítas y aún con pequeños conglomerados judíos.

Los intereses imperiales y el principio de autodeterminación que auspiciaba el presidente norteamericano Wilson serían sustituídos, como una suerte de transacción, con la institución del Mandato, creado por la naciente Liga o Sociedad de las Naciones para entregar ciertos territorios antes pertenecientes a las potencias vencidas a algunos de los vencedores, con el compromiso de crear gobiernos, instituciones y finalmente estados que alcanzaran la autonomía pero dependientes económicamente de los mandantes. Así se otorgarán Siria y Líbano a Francia, y una vasta zona del ex Imperio Otomano de donde se inventarán los mandatos de Palestina, Transjordania, e Irak que serán entregados a la administración británica. Los nacionalistas árabes se verán totalmente traicionados. Para peor, los iraquíes, por ejemplo, serían excluídos de los puestos administrativos.

LA EMERGENCIA DE LA IDENTIDAD IRAQUI: EL LEVANTAMIENTO DE 1920

La ira de los árabes de Irak será canalizada por la fundación de sociedades secretas anticoloniales que notablemente llevarán nombres islámicos: la identidad religiosa venía a reforzar la diferenciación étnica, pretendidamente nacional, frente al nuevo amo extranjero. Los otomanos también eran musulmanes pero los ingleses no, por lo tanto eran más extranjeros. Así se formarán La Liga del Despertar Musulmán y la Liga Nacional Musulmana, hasta constituir en 1919 el partido Guardianes de la Independencia, dirigido por Muhammad al-Sadr, hijo de uno de los más prominentes mujtahids, los estudiosos del Islam. Eran organizaciones multi-religiosas y multi-étnicas, ya que la integraban comerciantes árabes shiítas, maestros y empleados administrativos árabes sunnitas, ulema shiítas y sunnitas y antiguos oficiales árabes del ejército otomano y también líderes kurdos sunnitas.

Oraciones sunníes en conmemoración del cumpleaños del Profeta se mezclaban con las típicas lamentaciones shiítas en recordación del mártir Hussein, alentando al pueblo en armas que resistió unido contra 130.000 soldados británicos durante varios meses [Bat78, p. 23].

Esta unidad de diferentes sectores étnicos, sociales y religiosos demostraban que la identidad nacional árabe y kurda superaba las divisiones cuando lo que estaba en juego era la independencia frente al dominante europeo, frente al Otro más distinto.

Por otro lado, los kurdos también iniciaron una lucha de resistencia contra los ingleses, ya que éstos coartaban su libertad de desplazamiento en sus tradicionales migraciones entre los valles y montañas entre Irak, Irán y Turquía.

Winston Churchill, entonces Secretario de Colonias del Imperio, corroboraría esta tendencia local de los diferentes grupos étnicos y religiosos a unirse ante el enemigo externo, tal como lo registra su biógrafo Martin Gilbert11 : "Es algo extraordinario que la administración civil británica haya logrado, en tan corto tiempo, alienar a todo el país a tal punto que los árabes han dejado de lado los enfrentamientos que han mantenido por siglos y que las tribus sunnitas y shiítas estén trabajando juntas". (Gils. n. t. , p. 490]

Así estallará lo que los británicos denominarán la rebelión de 1920 y los nacionalistas la Gran Revolución Iraquí (Ath Thawra al Iraqiyya al Kubra), el primer paso en la construcción de la nación-estado iraquí, la cual demostraba que la erección de un estado en Irak debe contar con las tribus, las ciudades y sus grupos étnicos, y las principales ramas del Islam.

Estas luchas mostrarán una faceta característica del accionar de los distintos grupos étnicos y religiosos de Irak. A diferencia de su vecino Turquía (que siempre les negó reconocimiento), aquí los kurdos luchaban junto con los árabes contra los gobiernos de Bagdad que resultaran hostiles.

El levantamiento será finalmente aplastado pero los ingleses tendrán que imponer a un rey no iraquí pero sí árabe, Feisal, expulsado de Siria a Irak por los franceses. Para poder asegurar su dominio irá ganándose el apoyo de las tribus y así intentará desmontar la causa independentista. La construcción nacional iraquí sufrirá un retroceso con la instalación de esa monarquía, extraña a la tradición iraquí y además representante de una dinastía de atrasados beduinos, lo cual consideraban una afrenta a su historia y desarrollo. La tribu se imponía a la nación, el flujo y reflujo que Gellner [Gel91, p. 114 y 177] señalara como posibilidad en la errática construcción nacional.

La monarquía instalará un estado de predominio sunnita absoluto, dejando de lado las uniones religiosas que habían resultado peligrosas. Los clérigos shiítas serán especialmente castigados, aplicándose rigurosas leyes de inmigración ya que muchos de ellos eran de origen iranio. Asimismo, las ciudades santas de Karbala y Najaf serían cautelosamente controladas y degradadas, concentrando todo el poder en Bagdad.

IRAK, 1932: INDEPENDENCIA FORMAL PERO INICIO DE LA CONSOLIDACION DEL NACIONALISMO IRAQUI.

Finalmente, Irak alcanzará en 1932 la categoría de monarquía constitucional independiente pero, si bien ya no existía el Mandato como tal, el poder real seguía claramente en manos de los británicos.

La unidad nacional será amenazada por las diferencias étnicas y religiosas atizadas desde el propio gobierno, o en verdad, desde el poder británico, que retenía el control militar, económico e internacional del país, según lo determinaba el tratado Anglo-Iraquí firmado entre ambas autoridades.

Los kurdos (linguísticamente pertenecientes al tronco iranio, aunque de mayoría musulmana sunnita) y los asirios (cristianos de habla aramea), que vivían entremezclados en el norte del país, provocarán levantamientos duramente reprimidos por los ingleses, que habían prometido a ambos la autonomía e incluso la independencia fuera del estado iraquí.

Este pueblo siempre tendrá una inserción complicada en cada estado sobre el que deambulaba ya que no habían logrado constituir un nacionalismo unido y volvían a su estadio tribal predominante en los países huéspedes, tal como lo señala Gellner(1991: 114) cuando los compara con los somalíes africanos, casos dond se mezcla el viejo tribalismo con el nacionalismo anónimo, de cultura común.

A pesar del tradicional divisionismo practicado por los británicos, el proceso de modernización y centralización, característico de la forma estado, va configurando, via autoridad monárquica local, a lo largo de los años, una conciencia nacional iraquí que se va afirmando entre la burocracia estatal, en el sistema educativo, la intelligentsia y los militares. Así se va configurando una ideología estatal de identidad nacional. Peter Worsley [Wor84, p. 235 a 295] señala este aspecto específicamente cuando alude a los diferentes modos en que los estados han resuelto históricamente su relación con sus grupos étnicos constitutivos.

El patriotismo que promueve la forma estado, genera casi necesariamente una identificación con la nación-estado que supera otras divisiones. El propio shiísmo iraquí, duodecimano como su hermano iraní, fue muy importante en en ese apoyo patriótico a la nueva nación iraquí que se estaba forjando, y la lealtad a la patria fue superior a la solidaridad religiosa con sus co-religionarios del estado iraní. [Hobs90, p. 86]

Asimismo, este proceso tenía un correlato social en la preeminencia de lo urbano frente a lo rural, de lo nacional frente a lo tribal.

El período de entreguerras será de gran inestabilidad, por la situación económica mundial y las consecuencias locales que agudizarán los enfrentamientos campo-ciudad y la preferencia del gobierno de distribuir el ingreso en forma desigual respecto de las tribus.

Luego de la muerte por enfermedad del rey Feisal, su heredero Ghazi asumirá el gobierno pero no logrará estabilizar la situación. Las dificultades emergentes de la recesión económica y la crisis social, traerán aparejado el ahondamiento de las contradicciones entre los nacionalistas y el grupo más ligado a la política británica, la cual buscará permanentemente el debilitamiento de la predominancia árabe sunnita, buscando asentarse en las tribus y las etnías no-árabes y los grupos no musulmanes (asirios, etc)

Ese carácter de Irak como nación árabe, musulmana, con predominancia sunnita en el aparato de administración monárquica y en la oficialidad superior de las FF. AA , contaba con importantes minorías no-árabes, algunas también musulmanas como los kurdos y los turcomanos pero también con poblaciones judías y cristianas de largo establecimiento en el país. Es notable que el primer ministro de finanzas de la época Hashemita fuera un judío y la comunidad judía tuvo un rol preponderante en el desarrollo del sistema jurídico y en el campo artístico y cultural. La mayoría de los miembros de la Orquesta Sinfónica de Bagdad eran judíos. [Bar04, p.s.n.t]

De todos modos, un nuevo centro ideológico de unión, el pan-arabismo, se hará fuerte en los sectores medios, la burocracia y, sobre todo, en los militares. Este pan-arabismo no será opuesto al propio nacionalismo iraquí local pues buscará para Irak un rol central en el proceso de unidad árabe.

PAN-ARABISMO Y PAN-SIRIANISMO, UNIDAD ARABE Y AFIRMACION NACIONAL IRAQUI.

En realidad, había varias vertientes que buscaban la unidad árabe. Una, que quería reivindicar ese reino árabe frustrado por la política de las Grandes Potencias, sobre todo de Gran Bretaña. El jerife Hussein de La Mecca, quien había abandonado a los otomanos para lanzarse a la aventura y epopeya con que lo habían tentado los británicos, había imaginado una situación ideal, cuando todavía creía sincero el apoyo británico: repartirse dentro de su familia los territorios a liberar: el reino de Hedjaz para Alí, el hijo mayor; la zona de Irak para Abdullah, el segundo hijo, y para Feisal la perla de Damasco, el reino de Siria. [Pip90, p. 83]

La traición británica golpeará duramente a la dinastía Hashemita. La componenda del Foreign Office con el Quai D'Orsay expulsará a Feisal de Damasco, frustrando la ambición de una Gran Siria o un Gran Reino Arabe. Asimismo, los ingleses no impedirán la alianza triunfal del usurpador jeque Saud con el líder religioso Abdul Wahab, que permitirá el desplazamiento de los Hashemitas en el Hedjaz, perdiendo entonces la casa de Hashemi, (una dinastía de mil años, de la misma prosapia que el Profeta Muhammad, los Banu Hashim), la importantísima herencia de los Lugares Santos de Mecca y Medina, de fortísima simbología para la Ummah, la comunidad islámica de todo el mundo.

Finalmente, el premio consuelo del traslado de Feisal de Damasco a Bagdad al frente del mandato de Irak (y posterior reino) y la invención apresurada de Transjordania, un desgarramiento oriental de la Palestina histórica, pergeñado para contentar a Abdullah... y tal vez preparando el terreno para convertir el mandato de Palestina supérstite en el Hogar Nacional Judío prometido por el ministro Balfour.

Ese panarabismo práctico de los Hashemitas se transformará en el proyecto de la Gran Siria, alentando hasta la formación de la república, un reino con centro en Damasco que comprendiera los nuevos estados de Siria, Líbano, Transjordania, Palestina y la propia Irak. Lo que no se había logrado en Damasco se intentará desde Bagdad y desde la propia Amman, un villorrio que al crearse el estado transjordano terminará siendo la capital de un reino. Esa idea no será abandonada por los Hashemitas de Irak hasta su derrocamiento en 1958.

Pero había otra idea de unidad que utilizaba el concepto de la Gran Siria, no como reducción realista del imperio árabe soñado por los Hashemitas sino como construcción nacional que aspiraba la formación de una nación siria que uniera a los habitantes árabe-parlantes del Mashreq (Cercano Oriente para los occidentales) y de lo que se llamó también el Creciente Fértil (incluyendo Irak), y que surgió con el nombre de pan-sirianismo en el ideario de Antun Saadeh, un sirio-libanés (como se decía antes) que pretendía un gran estado que abarcara desde la cadena montañosa del Tauro y Anti-Tauro (en el sur de la actual Turquía) hasta el Gran Desierto Sirio y por el oeste desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico. Pero este ideólogo negaba la arabidad de los que denominaba sirios, a quienes consideraba como un pueblo diferente, heredero de la cultura siríaca antigua pero arabo-parlante en la actualidad. Además, en esta ideología, la religión musulmana estaba totalmente ausente y podemos decir que su laicidad deliberada buscaba despegar precisamente lo árabe de lo musulmán. A través del Partido Social Nacionalista Sirio movilizó sus ideas y militantes por casi cincuenta años en el Medio Oriente y en la diáspora árabe, aunque sus sostenedores se autodenominaran, contradictoriamente, a veces siriolibaneses, sirios, libaneses y. . . ¡aún árabes! [Saa37-81, pp. 4, 159 y 200]

Pero la Gran Siria que auspiciaron los Hashemitas era otra cosa, simplemente el nuevo nombre de un pan-arabismo que habían propagandizado para obtener el gran estado árabe que no pudo ser.

Hacia los '30, podríamos sintetizar que existían superpuestos un pan-arabismo oficial Hashemita que aspiraba a constituir un reino que llamaba la Gran Siria, pro-monárquico, que no titubeaba en apoyarse en los británicos para lograr sus objetivos de poder y que se daba el lujo de contar entre sus ministros a uno de los padres del pan-arabismo ideológico, Sati al-Husri, a quien se le encargó la creación de un sistema educativo que estuvo principalmente enfocado a enseñar a los jóvenes los valores nacionalistas árabes20; también existía el pan-sirianismo de la Gran Siria imaginada por Antun Saadeh, que sostenía que los sirios no eran árabes y asimismo, un nuevo pan-arabismo republicano, basado en el idioma árabe como factor identitario aglutinante principal vis-á-vis la religión islámica (àrabes eran quienes hablaban árabe, fueran musulmanes sunni, shiítas o cristianos), fuertemente anti-británico, principalmente protagonizado por ese sector social nuevo, los militares de los nuevos ejércitos de los flamantes países árabes independientes (formal o realmente soberanos) constituídos con el proceso de formación nacional que desencadenó la disolución del Imperio Otomano, ante su derrota después de la Primera Guerra Mundial.

Algunos oficiales habían leído a los ideólogos del nacionalismo árabe Sati al-Husri, al-Kawakibi y al mismísimo reformista islámico y panarabista Jamal al-din al-Afghani, padres de la idea de la unidad árabe pero también imbuídos de la importancia histórica del territorio mesopotámico, del Califato Abásida de Bagdad y aún de las propias glorias de una tierra que había albergado antiquísimas civilizaciones. Ese panarabismo no era contradictorio con la identidad particular iraquí que había emergido con el levantamiento local contra los británicos en 1920.

A mediados de los '40 surgiría otro actor principal que entrará en la liza de las disputas ideológicas por la construcción nacional árabe, con la constitución del primer partido moderno pan-arabista, al estilo europeo, que abogaba por la unidad árabe y el socialismo: el Baath (resurgimiento o renacimiento). En verdad, sus orígenes se encuentran también en el período de entreguerras ya que por la década de los '30, un grupo de intelectuales de clase media, influenciados por las ideologías europeas en boga en aquélla época, exponían sus ideas acerca de un nacionalismo árabe en Siria. Este grupo originario estaba conducido por Zaki al-Arsuzi, Salah al-Din al-Bitar y Michel Aflaq. 22 Si bien la rama iraquí va a constituírse recién en la década del cincuenta, la difusión de las ideas que combinaban unidad árabe, anti-imperialismo y socialismo se van a esparcir rápidamente por todo el Medio Oriente. [TheSyr, s. n. t www.damascus-online.com]

También en la década de los '30 aparecerán los primeros movimientos iraquíes que buscaban promover la democracia (el grupo Ahali) junto con la unidad árabe (el Club Muthanna).

Como vemos, al decir de Dolores Juliano [Jul92, p. 55] , varios proyectos en confrontación para generar mediante esas identidades la legitimidad de los distintos sectores en pugna.

Dos hechos importantes acaecidos en 1936 cobrarán importancia para la futura historia de Irak y del mundo árabe: uno, extraño a su propio territorio pero parte de esa entidad común árabe de la que tanto se hablaba, será antecedente de lo que llamanos Conflicto del Medio Oriente y el otro de consecuencias para el modelo político de acceso al poder que caracterizará a la región.

El primero, La Gran Revuelta palestina de 1936, acrecentará los sentimientos pan-arabistas, por la solidaridad que despertará fuera de Palestina el levantamiento contra las inmigraciones judías que eran vistas como antecedente de la fundación del Hogar Nacional Judío prometido por los británicos a los sectores sionistas. La oposición a los judíos reforzará la identidad étnica árabe, como suele ocurrir frente a un enemigo común, donde los conflictos agudizan las diferencias identitarias.

El segundo, el primer golpe militar que se producirá en Medio Oriente, precisamente en Irak, dejará una impronta de la importancia de las fuerzas armadas en los países del Tercer Mundo, como sector social que buscaba canalizar el ascenso social de los sectores medios pero que intentará, asimismo, una búsqueda de modernización independiente del rol y el modelo político impuesto por las potencias occidentales a los países dependientes.

Este golpe protagonizado en Irak por el General kurdo Bakr Sidqi y dos políticos árabes, representaba a una minoría opuesta a las ideas pan-arabistas sunnitas que decía impulsar el propio gobierno monárquico. Se presentaba como reformista y se inclinaba en política exterior hacia los países no-árabes como el Irán de la dinastía Pahlevi y la república turca.

No conformaban a los conservadores ligados al rey (como el famoso pro-británico Nuri as-Said, quien será caracterizado como el modelo del político cipayo en el Medio Oriente, especialmente durante el auge del panarabismo nasserista) ni a los clérigos shiítas nacionalistas resentidos por la represión que había ordenado Sidqi contra shiítas rebeldes, y menos aún a los sunnitas nacionalistas que desconfiaban que el origen kurdo del general Sidqi y su incitación a los kurdos a incorporarse al ejército, llevara a desnivelar la supremacía árabe sunnita de las FF. AA.

Como vemos, todo lo que resultara disruptivo a un nacionalismo iraquí formado por el equilibrio entre árabes sunnitas y shiítas más un sector kurdo subordinado, era resistido tanto por la élite dominante como por el sector medio en ascenso.

Se sucederán una serie de golpes militares que finalmente llevarán al poder al sector pro-británico de Nuri as-Said que se asentaban en los jeques tribales.

Esta situación reforzará la insatisfacción de las Fuerzas Armadas y la represión por parte de Gran Bretaña de la Gran Revuelta Palestina de 1936 a 1939 más la huída a Bagdad del jefe de la derrotada rebelión palestina, el sheij Hajj Amin al-Husseini, más la cercanía de la Segunda Guerra Mundial, alentarán las posturas anti-británicas.

Esta situación generará un proceso que culminará en la fundación de un Movimiento de Oficiales Libres que buscará la caída de la monarquía. De entre ellos, aparecerá una facción pro-alemana que fundará sus esperanzas independentistas en el tercero en discordia, la Alemania nazi, por aquello del enemigo de mi enemigo es mi amigo y el dicho árabe "yo y mi primo contra el extraño a la familia". Ese sector pro-alemán (que formaría una logia con el nombre de "El Cuadrado Dorado") apoyará al nuevo primer ministro nacionalista y pan-arabista Rashid Ali al-Kailani.

Se levantará un fervor nacionalista por todo Irak ante la posibilidad no descabellada que Alemania los apoyara materialmente para echar a los británicos. Recuérdese que en 1941, el mal desempeño británico en Egipto y Grecia, hacía prever una pronta caída de los Aliados en todo el Medio Oriente. Se especulaba, con fundamento, dada la débil situación del Imperio Británico, que estaba cercana la caída de Egipto y el Cercano Oriente y que las tropas de Rommel se unirían con los ejércitos alemanes que se aprestaban a invadir a la URSS y que descenderían por el Cáucaso hasta Siria.

El nuevo premier nacionalista, Rashid Ali al-Kailani, se había declarado neutral en la Guerra Mundial y no deseaba romper con los alemanes como se lo exigían los tratados que ataban a Gran Bretaña con Irak ni tampoco autorizar el libre desplazamiento de tropas y aviones ingleses en el país. Gran Bretaña respondería a la desobediencia desembarcando tropas en Basora, en el sur del país, lo que levantará a la mayoría de la población a favor del gobierno.

Esta ligazón del nacionalismo iraquí con la Alemania nazi, si bien instrumental, agitará los sentimientos anti-judíos de los sectores más reaccionarios, produciendo un progrom en Bagdad que contará con la complicidad encubierta de las fuerzas de seguridad, ya que no actuarán ante la matanza de 180 judíos. Se identificaba a los judíos con la monarquía pro-británica y por asociación con el sionismo.

Pero la intervención directa del Otro que era dominador, va a unificar a las diferentes etnías y sectores religiosos en contra de los británicos y en favor de las Fuerzas Armandas iraquíes. Estas recibirán algunos aviones de Alemania e Italia pero el aporte material será reducido y no habrá apoyo concreto de tropas del Eje.

Merece resaltarse que, entre tanto, el movimiento iraquí anti-imperialista recibía en Damasco el apoyo de manifestantes sirios organizados por los fundadores del partido Baath (Aflaq y Bitar), y en el mismo Irak, los británicos utilizarán a una fuerza armada asiria (minoría cristiana del norte de Irak, marcadamente anti-árabe), y la Legión Arabe transjordana, beduina, del Hashemita Abdallah y a sus tropas coloniales indias, para reprimir al movimiento nacionalista iraquí.

Esto demostraba que las potencias imperiales utilizaban a las minorías o a los sectores internos extranjerizantes para desarmar toda lucha unitaria nacionalista independentista. La solidaridad dinástica de la Transjordania Hashemita mostraría, igualmente, que para ellos era más importante la familia y la corona que el supuesto pan-arabismo que decían sostener.

Si bien los británicos derrotarán con facilidad al pequeño ejército iraquí ante la mínima ayuda aportada por los alemanes (enredados en ese momento en la invasión de Creta y en los preparativos a la invasión a la Unión Soviética) el resentimiento iraquí contra el dominio extranjero crecerá. La derrota del movimiento de Rashid Ali al-Kailani y la re-instauración de la monarquía por Gran Bretaña llevarán a un divorcio total de la monarquía con el pueblo, ya que su postura a favor de Londres fue claramente estigmatizada como anti-nacional y ligada a las fuerzas sociales más conservadoras.

El movimiento y la lucha de al-Kailani tendrá mucha más trascendencia que su breve paso ya que constituirá un hito en la lucha por la afirmación nacional y en la historia contemporánea de Irak.

De allí en más se sucederán estallidos populares, golpes y enfrentamientos que opondrán a nacionalistas y/o izquierdistas iraquíes contra la monarquía y su único sostén, los británicos. Estos conflictos serán agudizados por una política económica liberal, la cerrazón del régimen político autoritario que se oponía a la apertura y la creciente confrontación entre las potencias imperialistas y la Unión Soviética, en el contexto de una Guerra Fría que se estaba recalentando.

En 1946 el gobierno autorizaría el establecimiento de partidos políticos legalmente organizados y los primeros en formarse serán nacionalistas: el partido de la Independencia (Istiqlal) y el Nacional Democrático. La opinión generalizada de desprestigio que tenía el gobierno entre la opinión pública, lo obligará a oponerse a la Partición de Palestina decidida por la ONU en 1947 e incluso contribuirá con un contingente militar en la Guerra Arabe-Israelí desencadenada como consecuencia de ella.

La derrota árabe frente al naciente Israel incluso tendría efectos negativos para la economía iraquí ya que se redujeron a la mitad las regalías cobradas por Irak cuando el oleoducto de Haifa fue cortado por los israelíes a partir de 1948.

Asimismo, repercutió negativamente en la configuración nacional iraquí la actitud tomada contra los judíos, una comunidad muy antigua y afirmada en el país, de gran importancia en el sector económico comercial urbano, pero que fue identificada por la mayoría árabe musulmana con el enemigo externo, ya que se dio por sentado su solidaridad automática con Israel. Finalmente, los judíos iraquíes emigraron masivamente a Israel , en un número de alrededor de 120. 000. Esto probó que Irak era considerada como una nación árabe musulmana por el sector dominante, con poca capacidad de inclusión de sectores étnicos y religiosos minoritarios.

El pan-arabismo creció enormemente con la influencia que la revolución nasserista diseminó por todo el mundo árabe. Su ascendiente en las masas árabes también tenía gran repercusión en Irak y llegó a su climax cuando el gobierno cometió su error más grave en política exterior al adherirse al denominado Pacto de Bagdad, creado por Gran Bretaña pero orquestado por EE. UU. cuando éstos iban conformando alrededor de la Unión Soviética un anillo de alianzas militares para contener a la expansión del comunismo, según el lenguaje fuertemente ideológico de la Guerra Fría. Esta alianza militar (también denominado por su sigla en inglés CENTO, Central Treaty Organization) que unía a Irak con Irán, Turquía y Pakistan, pretendía ser la OTAN del Medio Oriente y Asia Central y Meridional, con el objetivo concreto de contrarrestar la política de Nasser en contra de las monarquías feudales árabes y musulmanas. El Rais egipcio abiertamente incitaba a los oficiales de Irak y otros países árabes a que derrocaran a sus gobiernos corruptos y oligárquicos, en la terminología inflamada del nacionalismo pan-árabe.

La fortaleza y continuidad de los deseos de unidad árabe que albergaban en la mayoría de la población iraquí se pondrán de manifiesto con las marchas masivas contra Gran Bretaña llevadas a cabo en todo el territorio de Irak por la campaña de Suez, Egipto, emprendida por el Reino Unido, junto con Francia e Israel, contra el Egipto de Nasser.

En ese período el nacionalismo iraquí veía a la nación iraquí como una parte de la gran nación árabe que debía conformarse, finalmente, esta vez bajo la bandera de una república anti-colonialista y de tintes socialistas.

El temor al nasserismo provocará en la monarquía una propuesta de unión dinástica entre Jordania e Irak, imaginada para contrarrestar la primera concreción de la política exterior de Nasser, la República Arabe Unida, conformada con la unidad de Egipto y Siria.

Por ello los partidos de oposición, el de la Independencia (Istiqlal), Nacional Democrático, Partido Comunista y el entonces pequeño Baath, formaron un Frente Nacional que apoyó el golpe militar de los Oficiales Libres que acabó con la monarquía el 14 de julio de 1958.

Pero en 1957 va a aparecer el primer partido político religioso cuyo objetivo era el establecimiento de un estado islámico en Irak, esto es, una entidad política diferente, con otro proyecto identitario y distante tanto del nacionalismo árabe iraquí como de la monarquía Hashemita porque se proponía fundar un nuevo Irak donde rigiera la Sharía, la ley islámica. Esto significaba una ruptura con el nacimiento de la propia nación-estado ya que ésta se había ido configurando según ideologías de origen europeo: nacionalismo, liberalismo, monarquía constitucional, y donde la religión ocupaba un espacio de identidad y de culto pero no un lugar en la distribución del poder.

Este partido, al-Dawa al-Islamiyya (el llamado, la convocatoria) va a hacer historia en Irak y en el mundo islámico (especialmente shiíta), por la relevancia de su principal ideólogo, el sheij Muhammad Baqir al-Sadr, [Col03, p. 5] quien se va a avocar al desarrollo y actualización de una ideología shiíta moderna, con la intención principal de contradecir al marxismo y que nutre la ideología de muchos grupos islamistas actuales. La religión por sobre la etnicidad, por sobre la arabidad, por la construcción de una nación de base religiosa.

El surgimiento del islamismo político shiíta duodecimano de Irak va a ser como una contestación a la predominancia de las ideologías laicas de origen europeo: el marxismo y el nacionalismo pan-arabista. Y va a convertir a las ciudades santas del shiísmo, Najaf y Karbala en los centros de estudio y formación política de esta nueva corriente y en las nuevas capitales que suplantarán a la corrupta Bagdad.

LA REPUBLICA IRAQUI: NACION ARABE COMPLEJA.

La república instaurada en 1958 con el destronamiento de la dinastía Hashemita, protagonizado por el brigadier Abd el-Karim Kassem y el coronel Abdusalam Aref, contenía dos proyectos de país: Aref representaba el nacionalismo panarabista de influencia nasserista y por ello contaba con el apoyo del partido panarabista y socialista Baath, mientras que Kassem no estaba de acuerdo con la unión de Irak con Egipto y Siria, sino con un nacionalismo árabe más propiamente iraquí, que abriera el juego a la participación los diferentes constituyentes étnicos y religiosos de Irak. Por ello será apoyado principalmente por el Partido Comunista, que había diseminado su trabajo político en un espectro más amplio que los nacionalistas árabes, incluyendo a kurdos, shiítas, turcomanos, etc.

De todos modos, la revolución significó una verdadera transformación de la estructura social iraquí, ya que implicó la destrucción del poder de los grandes terratenientes de base tribal, favoreciendo a los campesinos, a los trabajadores urbanos y los sectores medios.

Pero, al hacerlo, se reavivaron los conflictos étnicos y religiosos, principalmente entre árabes y kurdos y entre sunnitas y shiítas.

Ya en esta época, la población shiíta, que generalmente ocupaba los lugares más bajos de la sociedad, había alcanzado la mayoría numérica llegando casi al 60%, sobre todo en el sur y en la propia capital Bagdad.

Aparecían las disidencias ideológicas que tomarían un color religioso, impulsadas por la clerecía shiíta que concentraba en Najaf y Karbala los círculos de estudio de los ulema y sus estudiantes como focos de oposición al régimen laico.

Merece aclararse que el establishment religioso shiíta es el que comienza en Irak la politización via adhesión religiosa, al sentirse amenazado en sus privilegios por fuerzas políticas ateas (nacionalismo y comunismo), ya que teme las acusaciones del nuevo régimen, que lo tilda de sector reaccionario, por su oposición a la modernización y el progreso y, sobre todo por su reemplazo en el rol educativo por una intelligentsia laica. Pero esa movilización que inicia el establishment shiíta es posible porque son shiítas los más pobres y excluídos de la sociedad iraquí y éstos integran principalmente las filas crecientes del partido Comunista y de los movimientos socialistas y nacionalistas.

En el caso del partido Comunista, sus militantes llegaron a reclutar en las ciudades santas de Najaf, Karbala y Kadhimiyah a miembros destacados de familias religiosas de las capas más altas de la sociedad.

Si bien la conducción clerical tomaba recaudos en sus ataques al régimen pues le constaba su popularidad entre los más marginados(su propia clientela), tratando de separar la figura de Kassem de los comunistas, la confrontación llegó al climax cuando el ayatollah Mohsen al-Hakim decretó una fatwa que identificaba claramente al comunismo con ateísmo y prohibiendo a los musulmanes su adhesión a este partido.

Baqir al-Sadr se convertirá en el ideólogo máximo del pensamiento revolucionario del shiísmo duodecimano, que romperá con el quietismo tradicional y que lo catapultará más allá de las fronteras de Irak, con repercusiones en El Líbano e Irán. El propio Khomeini elaborará su doctrina de welayat-e-faqih inspirándose en parte en las enseñanzas de al-Sadr, ya que el Imam iraní recibirá este conocimiento en las mismas fuentes de las escuelas de Najaf, permaneciendo exiliado en Irak durante catorce años.

Los shiítas que seguían a al-Sadr con su nueva ideología de Estado Islámico como única solución universal para los musulmanes(especialmente para los más pobres) contribuirán junto con nasseristas sunnitas, baathistas sunnitas, kurdos y otros grupos a la defenestración de Kassem.

La propia política nacionalista anti-imperialista del líder iraquí será otro punto de fricción: por los tratados de cooperación firmados con la URSS, por su reivindicación de la región de Khuzestan, de población árabe pero soberanía iraní y por ser el primero en reclamar ante la independización de Kuwait pergeñada por Gran Bretaña en 1961, lo cual llevará a la Liga Arabe a romper con Irak.

Finalmente, su debilitamiento en el campo económico, social e internacional determinará el derrocamiento de Kassem (el líder de los pobres) a manos de golpistas apoyados por el partido panarabista Baath, con la aquiescencia de los islamistas del Dawa que lideraba Baqir al-Sadr. Precisamente, los primeros años del régimen conducido por el coronel Aref serán de máximo desarrollo para el shiísmo islamista. Paradójicamente, serán también shiítas los que más sufrirán la represión porque los sectores más desprotegidos (los shiítas) habían constituído la base social del régimen de Kassem, el derrocado.

Esto demostraría que los clivajes religiososo sunni-shia no son lo permanentemente determinante en Irak sino que habrá una instrumentación que pretenderá instaurar esa división como la contradicción principal, cuando, en realidad, lo social, nacional e ideológico irá variando como ejes de la construcción nacional según las etapas históricas y los bloques de poder construídos por los diferentes grupos dominantes.

EL IRAK BAATHISTA: RADICALIZACION DE LA OPOSICION SHIITA.

La llegada del Baath al poder en 1968 marcará un hito en la búsqueda de una nación iraquí populista autoritaria, tratando de imponer su programa de unidad árabe y socialismo, reformulando la organización del país con un fuerte estado centralizado, que buscaba llegar con planes sociales a todo el país, en desmedro de los sectores de poder que no habían logrado alcanzar la hegemonía.

Con la ayuda de la CIA, la nueva estrella ascendente del Baath, Saddam Hussein, había eliminado la oposición comunista y con ello quedaba un vacío en los sectores más desposeídos que intentarán llenar los islamistas de al-Dawa y los grupos más radicales de los mujahidin, los guerrilleros islámicos. [Bat86, p. 184]

La llegada de Saddam Hussein al poder llevaría al shiísmo militante a una radicalización, abogando por un gobierno islámico en el propio Irak.

El enfrentamiento de dos proyectos de nación tan antagónicos. impulsará al régimen baathista a tomar una determinación extrema, que nadie se había atrevido a llevar a cabo antes de Saddam Hussein: prohibir la ceremonia anual de la ashura, esto es la conmemoración del martirio del Imam Hussein, celebración máxima del shiísmo duodecimano. Es decir, que Saddam Hussein pasaba a ser considerado un verdadero apóstata ante los ojos de la mayoría de los musulmanes.

A todo este escenario debe agregarse la influencia que ejercía la revolución islámica de Irán, ya que la relación entre shiítas iraquíes e iraníes, como ya vimos, es histórica.

Pero la apuesta de Baqir al-Sadr irá demasiado lejos también al exhortar a la población árabe de Irán que apoyara a la revolución de Khomeini, contrariando la política nacionalista oficial del Baath iraquí que los instigaba a levantarse contra Irán. [Azi93, p. 10]

Se había convertido en una controversia por soberanías, algo que ningún estado puede tolerar. La forma estado puede irradiar variadas ideologías pero hace a la esencia de la nación estado su afirmación como tal vis-á-vis la de otro país.

Así como habían hecho contra los comunistas, al-Sadr librará una fatwa prohibiendo a todos los musulmanes pertenecer al partido Baath y sus organizaciones afiliadas.

al-Da'wa y otras organizaciones islamistas tomarían las armas contra el gobierno e incluso atentarían contra el canciller Tarek Aziz (cristiano), lo cual desencadenaría una guerra total.

En sus advocaciones contra el régimen, el líder shiíta Baqir al-Sadr, reclamaría ya no sólo por sus correligionarios sino también por los sunnitas, árabes o kurdos. Ya era un desafío abierto por la lealtad de todos los iraquíes entre él y el gobierno.

Pero a su vez, esta inclusión demostraba que ambos proyectos, si bien opuestos, disputaban por la totalidad. Al-Sadr planteaba su gobierno islámico en un Irak unido para árabes shiítas y sunnitas y kurdos o turcomanos sunnitas e incluso para los cristianos. Las divisiones étnicas y religiosas no excluían, al contrario se buscaba incluirlos en el proyecto triunfante.

La suerte de los islamistas estaba sellada y Baqir al-Sadr será finalmente ejecutado pero quedarán sembradas las semillas que caracterizarán la lucha política en Irak por más de diez años, entre el proyecto triunfante del Baath de Saddam y el contra-proyecto de la nación islámica propuesto por los islamistas.

Era cierto que Saddam Hussein había introducido cambios que modificaban el equilibrio étnico-religioso porque prefería apoyarse en su grupo familiar, los Takriti, un clan sunnita, que aunque buscaba más que nada consolidar la posición del grupo de poder dominante como forma de reforzar su dictadura, en la práctica había hecho de la política clánica un nuevo sistema de lealtades que se superponía o yuxtaponía sobre lo nacional y lo específicamente religioso. [aK91, p. 186]

De todos modos, por ser su clan sunnita, los shiítas en general sentían que el gobierno no era de las mayorías shiítas, ya que se relegaba o se marginaba a quienes no pertenecían a ese grupo de Saddam y sus aliados. Es decir, un sector importante del país empezaba a ver a éste como una dictadura no sólo por su caracter tiránico sino porque las mayorías no gobernaban, entendiendo a éstas según los clivajes religiosos. No puede soslayarse de este análisis, que desde el comienzo de la instalación del régimen baasista se restringieron los privilegios que ocupaban los religiosos en muchas áreas, privilegiándose una configuración laica que respondía a la ideología del nacionalismo árabe y no más bien una confederación de grupos tribales y religiosos.

No obstante, la guerra Irak-Irán de 1980-1988 demostrará que las lealtades nacionales-étnicas y las religiosas, aunque se lo propusieron, no lograron superar a la lealtad mayor, al estado-nación que las contenía.

En aquella circunstancia tanto el presidente iraquí Saddam Hussein como el ayatollah iraní Ruhollah Khomeini apostaron a supuestas lealtades automáticas que generaría la misma guerra. [Lew03, p. 16]

La constatación del error de la supuesta solidaridad árabe automática la sufrieron las tropas iraquíes cuando entraron en la provincia iraní de Khuzestan (Arabistán en la denominación iraquí), de mayoritaria población árabe y no fueron recibidos como libertadores por esta población hermana de largo establecimiento dentro del estado iraní. Al contrario, prevaleció la lealtad al estado que los contenía desde hacía siglos por sobre la supuesta solidaridad pan-árabe. (DPI81, p. 45]

Saddam Hussein siguió lo que era línea ideológica tradicional en el partido Baath, influenciado por el célebre ideólogo nacionalista árabe Sati al-Husri, que siempre había influenciado en el partido la idea de los persas como enemigos históricos de los árabes.

De allí el la utilización del pasado en función de esas necesidades del presente, formulando en términos perennialistas la oposición entre Medos y Persas, la importancia de la derrota de Qaddisiya que los árabes infligieron a la última dinastía persa para introducir al Islam desplazando al zoroastrianismo, la denuncia de Saddam Hussein de descalificar como "mago" (en terminología persa) al propio Khomeini y a su vez éste llamando Yazid, al tirano omeya que asesinó a Hussein, figura máxima de los shiítas.

Pero en realidad, era dejar de lado los lazos históricos entre persas y árabes de Irak, ni que hablar de sus vinculaciones religiosas. Era mucho más lo que los unía que lo que los separaba: siglos de poblaciones persas en Irak y de árabes dentro de Irán, siglos de compartir la misma fe shiíta duodecimana, siglos de peregrinación de persas a los lugares santos shiítas de Karbala, Najaf y Kufa, en pleno territorio iraquí.

Entonces, las fuerzas iraníes no lograron levantar a la población árabe shiíta del sur iraquí contra lo que consideraban el apóstata sunnita Saddam Hussein (como era denostado por los khomeinistas). Aquí predominó también la lealtad al estado-nación, en este caso iraquí, por sobre la adhesión religiosa a la misma rama duodecimana que hermana a shiítas iraquíes con iraníes. Tanto Saddam Hussein como Khomeini fallaron en sus interpretaciones de las lealtades de sus propios pueblos.

Es decir, que la guerra reforzó las diferencias que las políticas de estado y los movimientos nacionalistas habían creado en las últimas décadas.

LA CAIDA DE SADDAM HUSSEIN Y LA INVASION NORTEAMERICANA: LA RELIGION EN EL CENTRO DEL ESCENARIO DE LA AFIRMACION NACIONAL.

La estrategia militar norteamericana en los comienzos de la invasión de Irak auguraba un levantamiento popular contra el régimen de Saddam, por lo menos entre los grupos étnicos y religiosos más opuestos al régimen gobernante.

Los norteamericanos no tuvieron en cuenta las experiencias anteriores. Ya en la guerra Irak-Irán de 1980-1988 se demostró que las lealtades étnico-nacionales y las religiosas no lograron superar a la lealtad mayor, al estado-nación que las contenía.

Más tarde, durante la Guerra del Golfo de 1990-1991, la rebelión de los shiítas y kurdos iraquíes contra el régimen de Saddam Hussein, alentada por los EE. UU. , fue reprimida fácilmente por los restos del ejército iraquí derrotado por la coalición aliada de entonces.

Poco después se formaría en el exilio el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Irak, organización que coaligaba a los diferentes grupos militantes de shiítas iraquíes influenciados por Irán, el cual formó parte, junto con los partidos kurdos y opositores iraquíes sunnitas, del Congreso Nacional Iraquí, financiado por la administración Bush para derrocar a Saddam. Pero el presidente norteamericano decidió cambiar de planes y en vez de apoyar la conformación de un Irak democrático gobernado por la oposición, se inclinó por un gobierno directo de ocupación al mejor estilo colonial. Otra vez los grupos shiítas del sur, los kurdos del norte y la oposición sunnita quedarían marginados.

En la campaña militar contemplamos que en las batallas que se desarrollaron en el sur iraquí, de predominancia shiíta, incluso en las ciudades santas de Najaf y Karbala más al norte, la población no se ha sublevó en favor de los "libertadores" norteamericanos. Se suele explicar que muchos temieron que les volviera a suceder lo de 1991, cuando los norteamericanos los dejaron solos a merced de los ejércitos de Saddam Hussein, y es por ello que se mostraron indiferentes e incluso que resisten la presencia anglosajona. Por otra parte se señaló que las ciudades estaban infiltradas de fedayín leales al partido Baath, que atacan al invasor y controlan a la población local.

Derrocado y aprisionado Saddam Hussein por los norteamericanos, el panorama ha cambiado y ha servido para demostrar la unidad nacional, incrementando las tendencias señaladas porque es una resistencia general, de todos los iraquíes, de todas las tendencias ideológicas, independientemente de sus confesiones religiosas y étnicas pero con un predominio de los sectores religiosos de fijar esa marca en la configuración nacional que se imponga con la partida o derrota de los norteamericanos.

Tanto en la Fallujah sunnita como en el sur Shiíta y en la Bagdad shiíta la política de EE. UU. en Irak ha despertado un nuevo nacionalismo militante entre los shiítas, ahora ansiosos de luchar contra la ocupación norteamericana, basado en la identidad religiosa musulmana y sentimientos de unidad árabe.

Sunnitas y shiítas realizan operaciones conjuntas contra los ocupantes, ex-militantes baathistas pro-Saddam atacan de igual manera, baathistas anti-Saddam ligados al Baath sirio, también conforman grupos guerrilleros, militantes nasseristas, facciones izquierdistas de todo el espectro marxista. también atacan a norteamericanos e iraquíes que consideran traidores a la patria por estar ligados o sospecharse simpatías por el Consejo Gobernante que han impuesto las fuerzas norteamericanas. Es la guerra de todos contra el invasor extranjero, la típica situación que consolida los nacionalismos y pospone las diferencias.

Los sectores que especulan con heredar a Saddam y a los propios norteamericanos no se atreven a expresar abiertamente que no están a favor de la lucha armada porque saben que el consenso popular es unánimemente anti-norteamericano. Los sectores iraquíes económicamente poderosos no pueden mostrarse pro-norteamericanos.

Lo cierto es que la lealtad a la nación iraquí, prevalece por sobre las solidaridades particulares, aún con la desaparición del estado anterior, esto es, incluso con la ausencia del instrumento más útil (el estado) que han construído hasta ahora las sociedades para divulgar e imponer los valores, costumbres y mitos de sus diferentes proyectos identitarios.

El endurecimiento de la lucha muestra que la guerra contra el extranjero sigue siendo un instrumento muy útil para unificar y disciplinar lealtades en momentos de crisis que obligan a encolumnarse con Nosotros y no con los Otros.

"¿NATION-BUILDING" O DESTRUCCION PLANIFICADA DE LA NACION?

Ligado estrechamente con este tema, el restablecimiento del orden civil y de las funciones gubernamentales en Irak y la instauración de un gobierno democrático (lo que los norteamericanos llaman "nation-building") se está intentando de una forma que no puede disimular la imposición foránea al mejor estilo colonial.

Pero el "nation-building" [TFR02, p. 1] de la jerga de los organismos internacionales poco tiene que ver con la construcción de naciones en el sentido que hemos estado usando. El mismo Walker Connor utiliza el vocablo para referirse a la relación entre etnicidad, nación y estado según el análisis de los estudiosos que soslayan la diversidad étnica [Con72] . Ya dijimos que para él lo étnico es lo verdadero que existe en la nación.

Dejar de lado la etnicidad es en verdad intentar destruir más que construir la nación en la concepción connoriana. La pregunta de Walker Connor bien cabe para Irak: nation-building or nation-destroying?

Paradojalmente tanto EE. UU como los militantes islamistas extremistas etnicizan la lucha de Irak pretendiendo darle un cariz religioso-étnico con el intento de desnacionalizar un país, Irak, que sigue resistiendo a través de variadas formas de legitimización política nacional: la ideológica de los nacionalistas iraquíes, la religiosa de los islamistas sunnitas y shiítas que aspiran a un Irak islámico pero unido, para todos, la étnica de los nacionalistas iraquíes etnicistas que se ven como árabes, la étnica de los nacionalistas iraquíes territoriales que se ven como representantes de un Irak eterno, heredero tanto del Islam árabe como de Hammurabi. Y todo ello presentado como algo natural, ancestral, tal como destaca Francisco Colom (Colom, 1998) cuando se refiere a la invención de las identidades nacionales tal como las presentan los ideólogos nacionalistas.

Para los planes divisionistas del gobierno de Bush, ya dijimos que Irak es apenas un conglomerado de grupos religiosos y étnicos, armado artificialmente por Gran Bretaña hacia fines de la Primera Guerra Mundial. Esos diferentes grupos los ha convertido en etnías y por ello habla de una región sunnita, otra shiíta, y y una kurda, igualando como etnías lo que son ramas de una misma confesión religiosa de ciudadanos iraquíes, y etnía también a la que es una etnía en Irak pero parte de una nación mayor irredenta como es el caso de los kurdos iraquíes del Kurdistán mayor.

En un sentido se asemeja esta posición al planteo de Marcus Banks (Banks, 1996) cuando dice que la etnicidad no puede ser definida en el mundo académico pero sí en el popular porque esto es lo que hace el periodismo y la opinión pública norteamericana manejada por el poder político a través de los medios.

Los islamistas iraquíes pro-iraníes también han etnicizado su identidad al pretender erigir una gran nación islámica de Irak, dejando de lado las creencias doctrinarias de que el Islam es una comunidad universal de creyentes (la Ummah) y no una unidad de tribus como considera al concepto nación. El propio Osama bin Laden habla de nación islámica, los islamistas negros norteamericanos también, contradictoriamente etnicizan en aras de afirmarse políticamente. Los musulmanes han devenido un grupo étnico para estos sectores, y están en proceso de devenir en nación al contraponerse con su enemigo como un Otro total en el sentido totalizador que pretende la nación-estado.

EE. UU. ha establecido un plan premeditado de destrucción de la nación -estado que conocimos como Irak y de reordenamiento territorial según lo que ya se había pergeñado mucho antes de la guerra, de acuerdo a sus intereses. El nuevo tratamiento de los conflictos regionales también implica un nuevo mapa mundial para los neoconservadores de Bush. Abiertamente se habla de la conveniencia de alentar los separatismos, de crear nuevas naciones, de reivindicar la monarquía como forma moderada de gobierno, de liquidar el nacionalismo, el panarabismo y el panislamismo, de cambiar la bandera iraquí. [Daw03, p. 35]

A tal punto han llegado estas propuestas que uno de los miembros principales del Consejo de Gobierno Iraquí elegido por los ocupantes, Ahmed Chalabi, perteneciente al grupo Congreso Nacional Iraquí, financiado y apoyado por el Pentágono, propuso la partición de Irak al presidente Bush durante su visita relámpago al país durante el año pasado. Este personaje que pretende ser el futuro presidente de Irak delineó el nuevo mapa, compuesto de 4 regiones en un marco federal, de acuerdo a sus pertenencias religiosas y étnicas: una entidad shiíta que incluyera las provincias meridionales, una región sunnita que comprendiera parte de Bagdad y las provincias occidentales de Irak; un Kurdistán autónomo en las provincias norteñas del país y otra entidad formada por una Bagdad ampliada.

Estas propuestas ignoran la realidad presente y pasada de Irak, el país que se formó con el levantamiento contra los británicos de 1920, cuando precisamente el imperialismo inglés logró con su bloqueo a las aspiraciones independentistas que había prometido a los árabes durante la Primera Guerra Mundial, la unidad de árabes sunnitas y shiítas, kurdos anti-británicos, y otros grupos menores que tenían la aspiración de construir una nación.

Lo mismo sucede ahora. Los norteamericanos están logrando la unidad de nacionalistas revolucionarios, baasistas pro-Saddam y baasistas pro-sirios, pan-arabistas nasseristas, comunistas revolucionarios, sunnitas y shiítas anti-imperialistas, la típica unidad de los clásicos MLN (movimientos de liberación nacional) de los países del Tercer Mundo. Es decir, la nación iraquí se reconstruye en la lucha como otras veces en la historia.

Como tantos conquistadores, los norteamericanos cometieron el error de creer que su destitución de Saddam Hussein iba a ponerlos en el lugar de los libertadores pero están corriendo la suerte de todos los invasores: concitan el odio de los conquistados.

Un nuevo orden internacional que busque destruir las identidades nacionales y regionales porque cree que la globalización ha corroído los estados-nación confunde demoler el estado con destruir la nación. Ésta re-emerge más allá de sus propias divisiones ante las situaciones críticas y el ejemplo de la unidad de clérigos sunnitas de Fallujah con las fuerzas del Ejército del Mahdi del sheij shiíta Muqtada al-Sadr es un excelente ejemplo de los flujos y reflujos del nacionalismo.

Pero, tal como señala Slavoj Zizek [Ziz01, p. 170] en realidad es la propia globalización quien más se apoya en formas de identificación primordiales, en la etnicización de lo nacional para que quede bien separada la "cosa étnica" de la lógica del mercado. Se refuerza la marcación, para eliminar el conjunto mayor, la nación, con el objetivo de facilitar la predominancia de la lógica del mercado. Es claro que el interés por los shiítas y los kurdos reside en que se asientan sobre un mar de petróleo.

Es cierto que la situación ex ante del conflicto ya mostraba un Irak totalmente debilitado, con pérdida de su autonomía y, sobre todo, con un Estado que no podía brindar la mínima protección a sus ciudadanos. 36La guerra terminó de liquidarlo y empezar de cero. El ground zero de los restos de las Torres Gemelas sirve como modelo del nivel que se busca para Irak.

Las identidades que busca reforzar el proyecto norteamericano, tan artificiales y oportunistas, encajan bien en la interpretación de Paul Ricoeur cuando nos habla de una identidad que es principalmente simbólica, expresada en la dimensión narrativa, construída tan sólo en el discurso. [Ric90. En: Arf02, p. 22] Pero Ricoeur no implica con esta explicación la falsedad de esa identidad construída sobre el discurso sino que los planes de dominio norteamericano parecen haber tomado sólo lo superficial de lo discursivo o, por lo menos, es lo que regurgitan cuando hacen referencia de la identidad shiíta, sunnita, kurda, árabe, etc.

Es un grave error dejar de lado los mitos, valores, recuerdos y símbolos que constituyen la argamasa de una nación, más aún pretender desarmarlos cuando sus sostenedores sienten que, mediante ellos, afirman su identidad y su libertad ante la invasión extranjera.

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* Una versión parcialmente similar de este trabajo y con otro título fue presentada al Congreso de Aladaa 2004, La Plata, Argentina.

** Mag. Norberto R. Méndez. Profesor Universidad UBA, Ex-becario Universidad Hebrea de Jerusalén e Investigador Visitante en la American University in Cairo.

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Actualizado el 12/07/2005
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